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HAY UN NUEVO JEFE EN LA OFICINA: LA JUGOPLASTIKA DE SPLIT

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Tras dos finales Milan-Maccabi, la de 1989 trajo un nuevo protagonista a la Copa de Europa. Se trataba de la Jugoplastika de Split, un equipo plagado de jóvenes talentos que había revolucionado el mundo del baloncesto con su juego alegre lleno de pases y movilidad y el talento descoyante de Kukoc, Radja, Perasovic...enfrente tendría al siempre combativo Maccabi de Magee y Jamchi. Una final para recordarla una y muchas veces más…                                Jugoplastika campeón, con Radja (14) y Kukoc levantando el trofeo El formato Final Four, ya consolidado,   tuvo a Munich como sede de la gran fiesta del basket. En semifinales, los yugoslavos comenzarían a escribir la particular “leyenda negra” del Barcelona (Epi, Solozabal, Waiters, Norris, Sibilio…) derrotando a los de Aito de forma clara y sorprendente puesto que los catalanes llegaban a la ronda final como claros favoritos al título(ese emparejamiento se repetirá en años sucesivos y con idéntico resultado) mientras

TRACER REPITE EN EL SHOWTIME DE BOB MACADOO

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Para este año 1988, la FIBA decidió cambiar el formato de la final, introduciendo el concepto de Final Four. Los cuatro mejores equipos de la liguilla previa accederían a semifinales, que se disputarían en campo neutral y a partido único, esas dos semifinales darían lugar dos días después y en ese mismo lugar a la gran final de la Copa de Europa de baloncesto. De esta forma, la ciudad belga de Gante acogería esta fórmula de resolver el campeón a la que llegaron los cuatro mejores equipos del continente: Tracer de Milán, Partizan de Belgrado, Maccabi de Tel Aviv y Aris de Salonica. En semifinales, Maccabi sufrió más de lo esperado para derrotar al Partizan de Divac, Paspalj y Djorjevic, mientras que Milan se deshacía también con problemas de los griegos capitaneados por los eternos Galis y Giannakis.                                    D´Antoni (8) fue clave en la final con cuatro triples anotados Así pues, Gante vería una reedición de la final del 87 entre los italiano

MILAN SE CORONA ANTE UN COMBATIVO MACCABI

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La Tracer de Milan y el Maccabi de Tel Aviv se encontraron en la final de la Copa de Europa de 1987 y no sería la primera vez…eran dos equipos poderosos, que basaban sus triunfos en la fuerza de su juego interior. Con esta receta, dominaron la liguilla igualados a siete victorias cada uno, y dejando por el camino a Madrid, Zalgiris, Zadar y Orthez.                                                          Barlow (13) sumó 18 puntos para su equipo En la ciudad suiza de Laussana se citaron italianos e israelitas para dilucidar quién sería la nueva fuerza dominante en el baloncesto europeo tras el dominio abrumador de Cibona los dos años anteriores. El conjunto italiano tenía como entrenador a Dan Petterson y repetía el esquema de dos “pequeños” (el nacionalizado Mike D´antoni y Roberto Premier) y un triple poste con Ken Barlow, Bob Macdoo y Dino Meneghin. Desde el banquillo aportaban el base Franco Boselli, los aleros Bargna y Ricardo Pittis y como pívot Gallinari. Era un

PETROVIC REPITE TITULO PESE A UN GRAN SABONIS

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Avanzamos un año en nuestro particular viaje al pasado de nuestro baloncesto, y llegamos a 1986, donde van a chocar dos estilos tan antagónicos como odiados entre ellos: la Cibona de Zagreb y el Zalgiris de Kaunas. Ambos equipos dominaron con autoridad la liguilla, donde dejaron atrás a Milan, Madrid, Maccabi y Limoges, para plantarse en la gran final de Budapest. Cibona quería repetir el título del año anterior mientras que Zalgiris, apoyado por una generación dorada, buscaba su primer entorchado en la máxima competición continental.                                                  Petrovic (10) se lleva a casa el preciado trofeo Analizando a los dos equipos, vemos como Cibona repite el esquema que tantos éxitos le reportó el año anterior pero con matices. Darko Cvjeticanin (pedazo de jugador) sustituye en el quinteto a Aza Petrovic que se encontraba lesionado y no pudo jugar la final. Cvjeticanin formaba línea exterior con Drazen Petrovic y Sven Usic, que en esta ocasió

Y DRAZEN SE CORONA COMO REY DE EUROPA

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1985 fue el año de los cambios. Cambio en el dominio de los equipos italianos, quienes previamente con Cantú y Milan coparon la primera plaza en la gran final continental, ahora era turno para dos nuevos conjuntos: un viejo conocido de las finales, el Real Madrid y un equipo nuevo en estas lides, pero lleno de insultante y joven talento como la Cibona de Zagreb.                                       Drazen Petrovic (10), dominador absoluto de la final También fue el año para el cambio en las reglas. Por primera vez, se introducía en esta temporada la línea de tres puntos, modificación que como veremos en ediciones sucesivas, cambió para siempre el juego, sus sistemas de ataques y la evolución de un deporte cada vez menos volcado en el juego interior y cada vez enfocado al tiro exterior. A la final llegaban como hemos dicho, Madrid y Cibona. En la liguilla dominó Cibona, sobre todo gracias al infernal ambiente que creaban los yugoslavos en casa y que generó muchos roces y

“LA LIBELULA” SE LLEVÓ EL TROFEO A ROMA

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En la edición de 1984, dos nuevos equipos llegaban a la final de la Copa de Europa, el Banco di Roma italiano y el F.C. Barcelona, destronando así al “poder establecido” de conjuntos como el Maccabi y el Cantú. Dos equipos opuestos en su propuesta de juego pero que alcanzaron la ronda final tras deshacerse en la liguilla de los mencionados Cantú y Maccabi, así como de Bosna y Limoges. Sería la primera vez que el conjunto blaugrana llegase a la final y lo hacía pleno de confianza tras ganar la liguilla. El conjunto dirigido por Antoni Serra contaba con un base “cerebral” como Nacho Solozabal, un alero alto y fiable como “Chicho” Sibilio y dos americanos interiores de tremenda potencia: Marcellus Starks y Mike Davis. Pero ante todo, el Barça contaba con el mejor escolta de Europa, Juan Antonio San Epifanio “Epi” como estandarte del equipo. Para acompañar a este gran quinteto, desde el banco apoyaban el base Arturo Seara, el alero Pedro Ansa y el mítico “Lagarto” Juan Domingo De

CANTÚ CONSIGUE SU PARTICULAR “DOPPIETA”

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Por primera vez en esta década de los 80, dos equipos de un mismo país se enfrentaban en la final de la Copa de Europa. Tras las tres finales de Maccabi, era tiempo para una nueva fuerza emergente dentro del panorama baloncestístico, se trata del Billy Milan dirigido por el mítico preparador norteamericano Dan Petterson y que contaba con el base (aún norteamericano) Mike D`Antoni, los aleros Roberto Premier y el también norteamericano John Gianelli, y por dentro Vittorio Gallinari (padre de Danilo) y el no menos mítico, Dino Meneghin. Completaban el equipo desde el banco, los gemelos Boselli (Franco y Dino) y el veterano pívot Ferracini.                                                          Celebración del título por parte de Cantú Frente a este duro y talentoso equipo milanes, Cantú (ahora llamada Ford) aportaba los galones como vigente campeón europeo y defensor del título con sus referentes habituales (Marzorati y Riva) pero esta vez con diferente estructura de equi

A SUS PIES, PIERLUIGI

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En la temporada 81-82 se veían las caras en la gran final de la Copa de Europa un viejo de conocido de las finales como el Maccabi de Tel Aviv (tercera final consecutiva) y una nueva fuerza del baloncesto europeo llamada Squibb Cantú.                                                          Decisivo Marzorati en la consecución del título Al equipo macabeo ya le conocemos formando con el clásico quinteto (Aroesti, Berkowitz, Silver, Perry y Wiliams) al que sumaban esta temporada al tirador Zimmerman, dirigidos de nuevo por Ralph Klein tras el paso de D´Amico por el banquillo. Enfrente, un equipo italiano plagado de talento que giraba alrededor de dos estrellas: el base Pierluigi Marzorati, alma y líder del equipo, y Antonello Riva, talentoso alero y anotador impenitente. Para roderarles, el entrenador italiano Valerio Bianchini (recuerden este nombre, no será la primera vez que lo oígan) alineaba al alero norteamericano Charly Kupec y a los interiores Innocentin y al otro

MACCABI SE CORONA EN UN FINAL POLÉMICO

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En la segunda edición de la Copa de Europa en la década de los 80, se verían las caras el Maccabi Tel Aviv israelí y el Sinudyne Bolonia italiano. En esta final de 1981, el conjunto israelí repetía el mismo bloque de la temporada anterior cuando perdió la final ante el Real Madrid, con su pareja interior de americanos Perry y Williams y el talento de Berkowitz en el exterior, esta vez dirigidos desde el banquillo por Rudy D´Amico.   Los italianos contaban con el base Caglieris, los aleros Piero Valenti y Marco Bonamico y por dentro su estrella Renato Vilalta y el brasileño Marcos Leite “Marquinhos”. El equipo dependía de Vilalta y en menor medida de Bonamico y tuvieron la mala suerte de la lesión de su alero norteamericano McMillan días antes de la final, lo que seguramente les privó de un mejor rendimiento ofensivo.                                             Berkowitz fue decisivo para la victoria con 21 puntos En esta temporada, el sistema de competición cambió

CON RULLÁN VIVIAMOS MEJOR

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Comenzamos una serie de capítulos “vintage” trayendo a nuestra memoria la final de la Copa de Europa de baloncesto de 1980. Una finalísima disputada en Berlín (aún en la Alemania Occidental) y que enfrentaba al conjunto blanco con el todopoderoso Maccabi Tel Aviv. Enfrentamiento clásico en la Copa de Europa, al que el conjunto macabeo llegaba como favorito sobre todo gracias al poderío de su dúo interior: los míticos Aulcie Perry y Earl Williams (aún con los físicos espectaculares de hoy en día impresiona volver a verles en video) y una gran batería de israelitas con el base Motti Aroesti dirigiendo la orquesta o el tremendo tirador que era Micky Berkowitz al que se unía el alero Lou Silver. Ante semejante reto, el Real Madrid presentaba un quinteto plagado de nombres legendarios del madridismo: de base ejercía su maestría Juan Antonio Corbalán, como aleros los no menos míticos Wayne Brabender y Walter Sczerbiack y la pareja interior era para un titánico Rafa Rullán y el norteamer